– ¿Quién?

José Suburbios, el amigo de la poeta argentina Alejandra Pizarnik. Uno de quienes la conocieron. Como lo oyen. Me lo ha dicho E. mientras comíamos en The Beach, un nuevo restaurante en el trayecto de Love Town a Nueva York. Un neodescubrimiento gastronómico. Menú de degustación. Unos vinos de morirse. Armando: ¡Cúrate! porque nos esperan. Quiero llevarte allá. Una casa pequeña de paredes de granito y con vistas a la carretera polvorosa. A la mierda los dolores. ¡Abajo las glándulas rebeladas!

El otro día estuvimos en New Gay, el restaurante de José de la Osa. Un 9.0. Un Nueve-punto-cero. Nueva Cocina de fusión. Todo consiste en una sucesión de proteínas minúsculas en platos minimalistas, acompañadas de un camarero que las explica. “He aquí un berberecho en pasta de filarmonía con feligresía de suero hidrogenado”. Estupendo. Pa’dentro. “Traiga el siguiente corpúsculo, garçon”. Fue en Miami, la semana pasada. El tiempo vuela.

Les escribo desde el hotel Central Park.

El vino neutraliza mi hemisferio izquierdo. Seguramente estoy borracho. De manera que he perdido temporalmente la lógica de mi status quo.

José Suburbios ha muerto.

Esta es la cosa.

¿Han leído los diarios de Pizarnik?

Conozco la historia del anillo. El tal Suburbios fue el tipo que lo dejó adentro, alojado justo allí. Luego llega la historia del ginecólogo francés, en París, la ciudad del amor. Pizarnik con fiebre y escapes. El ginecólogo afanado en su extracción. Me lo imagino sudando con sus pinzas en ristre, “mademoiselle, vous avez ce truc là, tout à fait encastré”.

La muy boba creía que su cuadro sintomatológico de flujos y fiebres derivaba de la chocante entrevista mantenida en Verano del 62 –Costa Azul– con esa escritorzuela, la de “El amante”, ahora no me acuerdo del nombre. Esa Gafuda borracha. Esa que escribía unos neofolletines tremendos de estilo sincopado; así, más o menos:

Luego encuentro a mi madre en Saigón. Venderá los muebles a un chino que le permitirá mantener a su hijo mayor mientras viva. Mi hermano menor morirá de bronconeumonía, en tres días. Mi madre perdió todo pagando medicamentos. Luego los veo sentados en la salita del Sadec, en taparrabos. Y a él, que me lleva de la mano. En su coche negro con chofer, hacia Vinloglong, que termina en el Mekong. Pronto tendré un diamante en el dedo de pedida. Dejarán de hacerme observaciones. Sospecharán que no estoy prometida. Pero el diamante es muy caro.

Yo escribo sincopado solo si estoy borracho ¿y tú Armando?
No es Marguerite Yourcenar. Es otra Super Queen del folletín, a quien Pizarnik entrevistó a ver si podía remediarse unos cuantos francos. Ya me saldrá el nombre.

La versión de los hechos al estilo sin-copa:

Pepe Bianco era amigo de Victoria Ocampo. Le dejo el apartamento y la biblioteca al amante. Era muy guapo.Bebe mucho. Cirrosis. Ha muerto no de cirrosis. Aguacates, una ameba. Hacia dos años le colocaron un ano artificial como a Fidel castro, quien dijo: !
no, antes la muerte!

En fin, los flujos y las fiebres de Pizarnik se debían al anillo encastrado en sus interiores. Échenle una ojeada al diario. Ella afirmaba que fue la entrevista a Marguerite Duras (¡así se llamaba!) lo que la deprimió, porque Alejandra creía a pie juntillas en el escritor-dolorosamente-consagrado-a-sus-escritos. Y sin embargo la Duras vivía tranquila y feliz en la Costa Azul (tal y como desearía cualquier ser humano, escritor u oficinista). Pizarnik no comprendía la realidad perezosa de los mamíferos superiores.

Para mí, el asunto del anillo es su aporte histórico más interesante. El Ginecólogo se lo extrajo con pinzas y ella se lo puso en el anular izquierdo. El anillo tenía en su cara interna el nombre de Mobutu Seseko, el monarca sahariano, grabado en conmemoración de la toma de Ougadugú (Alto Volta) a finales de los 50. A mi juicio algún legionario francés lo obtuvo en la famosa campaña del Chad de 1959 (entiendo más bien que lo robó, acto habitual del europeo civilizado). Luego pasó a José Suburbios en el París de los 60, y A.P. lo recuperó mediante este procedimiento de alojamiento interior que prefiero no describir. La pobre se reía a mandíbula batiente en los cafés del barrio latino, diciendo que el “anillo seko” se delató extrañamente a si mismo “mediante flujos” (inteligente contraste). Añadía que no lo había lavado ni pretendía hacerlo, y que antes de enjuagarse las manos se lo quitaba “para conservar mi verdadero perfume”, e intentaba que sus amigos de farra lo olisquearan. Así de simplota fue esta mujer.

Cuando a Pizarnik le otorgaron la beca Gugenheim envió el anillo a O.Paz., como relata en su diario. Le contó una historia abracadabrante, como era habitual en ella. La carta de agradecimiento de O.P –que descubrió Patricia Venti en Princeton– indica que el embajador picó el anzuelo: Gracias, Alejandra, por este pequeño presente que me dices te ha acompañado en momentos de mucha felicidad interior. Es bellísimo. Siendo una pieza doblemente histórica –fruto de la mejor política africana y la mejor poesía Latinoamérica– permíteme que lo regale como recuerdo del continente latino a la primera dama americana. Esto es verídico. El encuentro anular africano-argentino-mexicano-yanqui tuvo lugar en Marzo de 1967. Alta diplomacia. Allá fue a parar al anillo.

Incidentalmente, estoy convencido de que entre A.P. y O.P hubo algún rollo traqueo-bucal como mínimo; pero no puedo probarlo, y acaso no conviene a la argumentación de esta carta. No obstante, me place imaginar verdaderas atrocidades con el anillo entre ambos (que tampoco puedo demostrar). Y en realidad, reconozco que Paz sigue situado allá en lo alto, entre mi bestiario de Grandes odiados, todos caracterizados por poseer comisuras babosas.

En fin, hasta aquí el pequeño aporte histórico de Pizarnik a la humanidad. Pero a todo esto la cuestión permanece. La cuestión es que José Suburbios ha muerto.

E. entrevistó a Suburbios en Buenos Aires este mismo año (aprovechando una de esas invitaciones para congresos literarios) y se sacó de la manga una historia tan desmesurada que simplemente no me la trago. Su blog "Rios profundos" recoge esta historia.

Lugar común: la realidad supera a la ficción. A veces, sin embargo, no es así. A veces, la realidad se contenta con imitar a la ficción. Cuando eso ocurre, queda la sensación de que el creador sabía algo que la realidad no sabía todavía. O, de manera más prosaica, de que es verdad eso de que las coincidencias abusivas existen (aunque es mejor que sucedan en la realidad y no en las novelas de Paul Auster).

En fin, espero tener pronto noticias de ustedes desde las Islas Fiji, recuerdos a Claudia.

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posted by Patricia Venti at 9:32 |


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